Si nada se tuerce de forma inesperada, Marc Márquez saldrá de Misano este fin de semana con el primer punto de campeonato en el bolsillo. Tan solo necesita sumar tres puntos más que su hermano Álex en el GP de San Marino, en un circuito donde ha ganado en cinco ocasiones, para aterrizar a finales de septiembre en Japón con todo de cara para levantar su novena corona mundialista, la séptima en MotoGP y la primera desde 2019. Es cuestión de semanas que el piloto de Cervera, a sus 32 años, cierre una campaña de reconquista fulgurante a lomos de la Ducati roja del equipo oficial de los italianos.

La máquina que acumula seis campeonatos de constructores consecutivos, un dato inédito en la actual era de MotoGP, estrenada en 2002, ha sido uno de los elementos indispensables para la recuperación del mejor Márquez, que venía de un lustro marcado en primer lugar por las lesiones y, posteriormente, por una profunda crisis deportiva junto a Honda, la fábrica donde conquistó sus seis títulos en la categoría reina. En su peor momento deportivo, él decidió renunciar a todo con la idea de ganarse el favor de los italianos, que aceptaron recibirle no sin cierto suspense.

Los mandamases de Borgo Panigale están muy orgullosos de haberle dado esa primera oportunidad al 93, que vio en la moto que marca el paso en la parrilla su última oportunidad para recuperar su pasión por el motociclismo, reventado física y anímicamente, desesperado, en sus últimos tiempos con los japoneses. “Sin la luz verde de Ducati para fichar por el equipo Gresini en 2024, esta gran historia humana y deportiva no la estaríamos contando”, subraya a EL PAÍS uno de los miembros prominentes de la fábrica. Ese fue el primer paso que siguió a la apuesta definitiva de la marca, cuando le pusieron la alfombra roja para este curso, en el que Márquez acumula 10 victorias en domingo y otras 14 el sábado en 15 paradas.

“Ducati es uno de los actores principales en esta historia. La decisión del año pasado, quedarnos con Marc en vez de Jorge [Martín], fue muy complicada”, reivindica Mauro Grassilli, director deportivo y comercial de Ducati Corse. Allí perdieron al madrileño, que se coronó campeón en la última prueba del calendario y se llevó el número uno a la competidora Aprilia. “Si le elegimos a él es porque creíamos firmemente que era uno de los dos mejores pilotos de la parrilla junto a Pecco”, incide Gigi Dall’Igna, director general de la fábrica. “Lo que vimos en la primera parte del año pasado fue importante, pero también lo fue la actitud de Marc, ya que rechazó mucho dinero, a su familia en los circuitos, para venir con nosotros y mejorar su rendimiento, reconstruir su confianza”, agrega el gurú de la categoría.

En Ducati tenían muy claro qué tipo de piloto habían fichado, y es que todos los años de sufrimiento no anulaban el enorme talento y contrastado palmarés del ocho veces campeón del mundo. “No podemos decir que nos sorprende su dominio. Al principio sí resultó impresionante. Sabíamos que era buenísimo, claro, pero en todos los comienzos las cosas cuestan. Con nuevo equipo, moto y metodología de trabajo, no tenía por qué ser tan sencillo”, relata Grassilli. En cuestión de meses, Márquez se ha ganado a todos los miembros de una fábrica que ya lidera.

“Creo que formamos una muy buena pareja”, dice Dall’Igna, sin mojarse sobre si estamos ante el binomio más dominante de la historia, el mejor piloto encima de la mejor moto. “Sin duda, lo que puedo decir es que jamás había trabajado con un piloto capaz de ganar tantas carreras consecutivas en el pasado”, agrega con una sonrisa. “Ahora mismo, es difícil imaginar un futuro sin Marc, porque ya es parte de la familia. Sus resultados demuestran que es un atleta fantástico y que Ducati tiene una moto magnífica, así que es el embajador perfecto para nosotros. Somos muy afortunados de tenerle”, concluye Grassilli.



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