Así suele funcionar esto cuando ella, Aryna Sabalenka, está sobre la pista. Tensa y tensa la número uno el juego hasta que por fin surte efecto esa presión tan arrolladora y muchas veces irrefrenable, tan aplastante en ocasiones, que esta vez se lleva por delante en el desenlace de Nueva York a la estadounidense Amanda Anisimova: 6-3 y 7-6(3), en 1h 34m. La bielorrusa, pues, añade otro grande a su expediente y ya son cuatro, por lo que alcanza a campeonas del prestigio de Hana Mandlikova, Arantxa Sánchez Vicario, Kim Clijsters y Naomi Osaka. Lo buscaba y ya lo tiene la de Minsk: por fin, después de un año esquivo en los majors, disfruta del trabajo bien culminado.

Se le escapó en enero el premio en Melbourne; también en Roland Garros en junio, batida allí igualmente en la final, presa de los nervios; y en Wimbledon, un mes más tarde, fue precisamente Anisimova la que le cerró el paso en la penúltima ronda. No así esta vez. La norteamericana amaga con la reacción en la segunda manga, del 3-0 al 3-3 y contragolpeando luego, 6-5 a su favor, pero a eso de romper la pelota ninguna le sigue el paso a Sabalenka, más fuerte, con más poso y, dentro de ese contexto de la potencia, con mayor criterio que la otra finalista. Que todas las demás pegadoras. En el broche a palos de esta vez, predomina su derecha.

Anisimova, de 24 años y ahora cuarta del mundo, se queda otra vez a las puertas de la recompensa, puesto que ya fue superada (borrada, en realidad) por Iga Swiatek en Wimbledon. Allí, desbordada por las circunstancias en su primera gran final, se desmoronó nada más poner el pie sobre el césped y no pudo arañar siquiera un juego a la polaca. Sencillamente no existió el pulso. En esta ocasión, sin embargo, ofrece una resistencia que, en todo caso, resulta insuficiente ante una jugadora que empieza a adquirir relieve histórico y disfruta del punto más dulce de su trayectoria. En esta era de la modernidad, del vértigo, Sabalenka se consolida como el mejor estandarte.

Su triunfo supo además un punto de inflexión significativo en el historial del torneo neoyorquino, dado que desde que Serena Williams enlazase tres títulos entre 2012 y 2014, ninguna tenista había sido capaz de revalidarlo. Se eleva hoy Sabalenka, superior hace un año a Jessica Pegula y ahora a Anisimova, y detiene así el carrusel de la última década, que reconoció a vencedoras de toda clase y condición. Ojos brillantes y enfundada en una chaqueta plateada y con purpurina, la bielorrusa corona una temporada en la que solo le faltaba la guinda, con una regularidad incomparable y asentada en lo más alto. Exigida por Swiatek durante el verano, se mantiene firme.



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