Era la reunión más políticamente cargada de la que hay memoria, la Reserva Federal cumplió el guion previsto y acordó un recorte de 0,25 puntos, el primero desde diciembre y el primero también desde que está en la Casa Blanca Donald Trump, un presidente que ha roto todas las reglas del decoro con sus presiones a Jerome Powell, que han incluido insultos y amagos de despido, para que se pliegue a sus deseos de bajar los tipos y, así, mitigar el golpe de la agresiva política comercial de Washington. Las tasas quedan así en la horquilla del 4%-4,25%.

Por este motivo, los focos de la noticia, que apuntaban con la mayor fuerza de la que hay memoria en la historia del organismo regulador, no estaban en la posibilidad o no del recorte, sino en las previsiones de lo que vendrá después (el banco central prevé otros dos recortes de 0,25 puntos hasta fin de año, en línea con las previsiones de los mercados de futuros) y en las palabras de Powell en su comparecencia posterior ante la prensa, en la que tal vez será a buen seguro interrogado por la independencia, puesta en entredicho por Trump, del organismo.

También, en el comportamiento de cuatro de los siete gobernadores de la junta del banco central estadounidense: Stephen Miran, gurú económico de Trump nombrado en agosto por el presidente para presionar desde dentro en vista de que los empujones por fuera no le han dado los frutos deseados; Lisa Cook, en el punto de mira de la Casa Blanca, cuyo despido está parado en los tribunales; y dos nombramientos de Trump, Michelle Bowman y Chris Waller, que en la última reunión de la Fed disintieron de Powell −en un gesto sin precedentes desde hace tres décadas− y votaron por un recorte del 0,25, frente a la postura de “esperar y ver” del presidente del banco central en una votación que dejó el precio del dinero como estaba por quinta vez consecutiva.

Pues bien: en su segundo día en la oficina, cuando el común de los trabajadores aún está haciéndose a la idea de dónde está la máquina de café, Miran, cuyo nombramiento fue aprobado in extremis por el Senado el domingo, empezó con fuerza y votó por un recorte de 50 puntos básicos, en la línea de los deseos de Trump, que ha llegado a decir que vería con buenos ojos una caída de 300 puntos. En cuanto a Cook, cuya participación en la reunión quedó en manos de un tribunal de apelaciones, que decidió en su favor un día antes, Bowman y Waller, que ha sonado como candidato para reemplazar a Powell cuando expire su mandato en mayo, los tres votaron junto al resto de los gobernadores por un recorte del 25 puntos.

Signos de enfriamiento

En el plano puramente económico, el anuncio de la Fed llega también en un momento extraordinariamente delicado. Con la inflación al alza (creció un 0,4% hasta el 2,9% en agosto) y el mercado de trabajo dando preocupantes signos de enfriamiento, Powell se encuentra en un difícil equilibrio. Para contener la inflación, conviene subir los tipos. Para mejorar el empleo, recortarlos. Así que la Fed, en un clima económico volátil, en el que aún no están del todo claros los efectos de los aranceles de Trump, y con algunos economistas alertando sobre el riesgo de que Estados Unidos entre en recesión, tiene que medir muy bien sus próximos pasos.

En su comparecencia posterior ante la prensa, Powell −que no quiso entrar a valorar el nombramiento polémico de Miran y si este pone en riesgo la independencia del organismo que dirige; “seguimos comprometidos con ella”−, afirmó: “La marcada desaceleración tanto de la oferta como de la demanda de trabajadores es inusual. En este mercado laboral menos dinámico y algo más débil, los riesgos a la baja para el empleo parecen haber aumentado”.

También recordó en varias ocasiones que considera que el paro sigue “relativamente bajo”. “Lo que está pasando con el mercado de trabajo tiene más que ver con la [caída de la] inmigración que con los aranceles”, avisó. Esa caída se debe a las políticas agresivas de Trump en la frontera y a la persecución de irregulares en las ciudades estadounidenses.

“Hay muy poco o ningún crecimiento en la oferta de trabajadores y, al mismo tiempo, la demanda de trabajadores ha disminuido drásticamente, hasta el punto de que observamos lo que he llamado un equilibrio curioso”, dijo Powell. “Normalmente, cuando decimos que hay equilibrio, suena bien. Pero en este caso, el equilibrio se debe a que tanto la demanda como la oferta han disminuido drásticamente, y ahora la demanda se reduce aún más porque vemos un aumento en la tasa de desempleo”.

Al presidente de la Fed, que se mostró “fuertemente comprometido” con no perder el horizonte deseado de una inflación del 2%, también le preguntaron por las decisiones de Trump, que fue el presidente que lo nombró para el cargo. E insistió en que “los cambios en las políticas gubernamentales siguen evolucionando y sus efectos en la economía siguen siendo inciertos”. “El aumento de aranceles ha impulsado el alza de precios en algunas categorías de bienes, pero su efecto general sobre la actividad económica y la inflación aún está por verse”, argumentó.

También evitó el cuerpo a cuerpo con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que pidió una revisión independiente del trabajo de la Fed. “Ciertamente, estamos abiertos a intentar mejorar siempre”, contestó Powell, pero no quiso “comentar” esa declaración “ni ninguna otra” de un político.

Para añadir elementos a esa incertidumbre, hay más indicadores contradictorios: la confianza del consumidor elaborada ha caído a su nivel más bajo desde mayo, aunque la evolución de las ventas minoristas de agosto ha resultado mejor de lo previsto y da pie a considerar que la economía estadounidense sigue fuerte.

En este panorama, al doble objetivo de la Fed, contener los precios y fomentar el empleo, se añade con más urgencia de la habitual un tercero: la búsqueda de un tipo de interés neutral, que ni impulse ni frene la economía. Cómo podrá conseguir esa meta el impertérrito Powell, que prometió este martes “trabajar sin distracciones”, en mitad de la presión y el ruido al que casi cada día lo somete Trump con sus insultos y motes (ya solo se refiere a él como “el demasiado tarde”) es una de esas preguntas de difícil respuesta que resuena con fuerza estos días en Washington. Powell insistió este miércoles en que no conoce la resolución a ese enigma, y que sigue instalado en la idea de que hay que ir “reunión a reunión”. Antes del fin de su mandato, le quedan otras cinco al frente del banco central. Y todo indica que serán tan seguidas con lupa como la de esta semana.



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